La dinamica de la queja

¿Dime cuantas personas conoces que, al saludarlas, lo único que tienen para compartir son desgracias y lamentaciones?

Algunas parecen no saber conectar de otra forma.

Para ellas, mantener viva una conversación significa enumerar todo lo malo que les pasa –o lo que no les pasa—.

Con el tiempo, este hábito se convierte en un modo de relacionarse: buscan confirmar que están peor que los demás y encuentran cierta comodidad en ello.

El peso de vivir quejándose

Quien se acostumbra a quejarse no observa objetivamente una situación. Solo se Sentra en como lo afecta, hasta el punto de normalizar un "infortunio crónico".

Estas actitudes, muchas veces, tienen raíz en la infancia: dinámicas familiares donde la queja servía para reclamar atención o generar compasión.

El resultado es una visión distorsionada: esa persona nunca verá si el baso está medio lleno o está medio vacío... solo dirá que está sucio o que huele mal.

El impacto en los demás.

La queja consume energía. No impulsa a resolver el problema, la desgasta en sí misma. Y quien escucha lo siente: la interacción se vuelve pesada, cansada, hasta con dolor de cabeza después de una conversación que no llevó a ningún lado.

Por eso muchos describen a los quejumbroso como "vampiros emocionales".

Cómo cortar el ciclo

Si vives con alguien así, evita invalidar su sentir, o llenarlo de soluciones rápidas: eso solo lo pondrá a la defensiva.

Lo mas útil es validar brevemente su queja y luego desviar el tema hacia algo distinto. No reproches ni intentes "curar" con optimismo. La clave está en no engancharse.

Y si eres tú quien se queja...

El primer paso es reconocerlo. Si notas que tu manera de conectar con el mundo es través de la queja, recuerda que no todos tienen que cargar con tus problemas.

Un espacio seguro para expresar tus quejas constantes puede ser la terapia, donde encontrarás escucha y herramientas para transformar lo que te duele.

Con los demás, intenta hablar también de lo que valoras, no solo de lo que te pesa.

Auren...